La Perfecta Humanidad Del Cristo Encarnado
Las negaciones de la humanidad de Cristo son menos
comunes que las de Su Deidad. ¿Por qué? Porque mientras que uno no introduce el
factor de la Deidad en la persona de Cristo, El es solamente un hombre, por muy
fino o exaltado que sea, y como hombre no puede inquietar a las personas con
Sus demandas como lo hace siendo el Dios-Hombre. Sin embargo, aquellos que
están dispuestos a afirmar su humanidad puede que no estén tan prestos a
afirmar su humanidad perfecta.
Quizás lo reconozcan como un hombre bueno (¿podría
serlo si mintió?) o un gran hombre (¿cómo lo sería si engañó a otros?) pero no
como hombre perfecto (porque entonces se sentirían más obligados a escucharle
aun cuando no lo reconocieran como Dios).
A. Tuvo cuerpo humano
Aunque la concepción de Cristo fue sobrenatural, El
nació con un cuerpo humano que creció y se desarrolló (Lucas 2:52). Y se llamó
a sí mismo un hombre (Juan 8:40).
El hecho de que Jesús tuviera un cuerpo humano como
nosotros lo podemos ver en muchos pasajes de las Escrituras. Nació de la misma
manera que nacen todos los demás seres humanos (Lc 2:7). Creció como niño hasta
llegar a la edad adulta como todos los niños lo hacen. «El niño crecía y se
fortalecía; progresaba en sabiduría, y la gracia de Dios lo acompañaba» (Lc
2:40). Además, Lucas nos dice que «Jesús siguió creciendo en sabiduría y
estatura, y cada vez más gozaba del favor de Dios y de toda la gente» (Lc
2:52). Jesús se cansaba como todos nosotros, porque leemos que «Jesús, fatigado
del camino, se sentó junto al pozo» Gn 4:6) en Samaria. Sintió sed, porque
cuando estaba en la cruz dijo: «Tengo sed» Gn 19:28). Después de haber ayunado
durante cuarenta días en el desierto, leemos que «tuvo hambre» (Mt 4:2). A
veces se sintió físicamente débil, porque durante el tiempo de sus tentaciones
en el desierto ayunó por cuarenta días (hasta el punto cuando la fortaleza
física de las personas se agota por completo y puede suceder un daño
irreparable si continúa el ayuno). En ese tiempo «unos ángeles acudieron a
servirle» (Mt 4:11), y aparentemente cuidaron de él y le proveyeron de sustento
hasta que recuperó sus energías para salir del desierto. Cuando Jesús estaba de
camino al Gólgota para ser crucificado, los soldados obligaron a Simón de
Cirene a que llevara la cruz (Lc 23:26), muy probablemente debido a que Jesús
se encontraba tan debilitado después de los latigazos que le habían dado que ya
no contaba con fuerzas para llevarla él mismo. La culminación de las limitaciones
de Jesús en términos de su cuerpo físico la vemos cuando murió en la cruz
(Lc 23:46). Su cuerpo humano cesó de tener vida y cesaron sus funciones, lo
mismo que en nuestros cuerpos cuando morimos. Jesús también resucitó de entre
los muertos en un cuerpo físico, humano, aunque uno que era perfecto y ya no
estaba sujeto a las limitaciones de la debilidad, la enfermedad o la muerte.
Les demostró repetidas veces a sus discípulos que tenía un cuerpo físico
auténtico: él dijo: «Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tóquenme y
vean; un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo» (Lc
24:39). Les mostró y les enseñó que tenía «carne y huesos» y que no era solo un
«espíritu» sin cuerpo. Otra evidencia de esto lo vemos en que ellos «le dieron
un pedazo de pescado asado, así que lo tomó y se lo comió delante de ellos» (Lc
24:42; cf. v.
30;Jn20:17, 20, 27; 21:9,13).
En este mismo cuerpo humano (aunque era un cuerpo
resucitado que ya era perfecto), Jesús también ascendió al cielo. Dijo antes de
dejarlos: «Ahora dejo de nuevo el mundo y vuelvo al Padre» Gn 16:28; cf.
17:11). La manera en que Jesús ascendió al cielo fue calculada para demostrar
la continuidad entre su existencia en un cuerpo físico aquí en la tierra y la
continuidad de su existencia en ese cuerpo en el cielo. Unos pocos versículos
más tarde que cuando Jesús les dijo: «Un espíritu no tiene carne ni huesos,
como ven que los tengo yo» (Lc 24:39), leemos en el Evangelio de Lucas que
Jesús «los llevó hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo. Sucedió que,
mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo» (Lc 24:50-51).
Asimismo, leemos en Hechos: «Mientras ellos lo miraban, fue llevado a las
alturas hasta que una nube lo ocultó de su vista» (Hch 1:9). Todos estos
versículos tomados juntos muestran que, en lo concerniente al cuerpo humano de
Jesús, era como el nuestro en todos los sentidos antes de la resurrección, y
después de su resurrección era todavía un cuerpo humano con «carne y huesos»,
pero hecho perfecto, la clase de cuerpo que nosotros tendremos cuando Cristo
regrese y nos resucite también de entre los muertos” Jesús sigue existiendo en
ese cuerpo en el cielo, como la ascensión tiene el propósito de enseñarnos.
B. Tuvo alma y espíritu humanos
La humanidad perfecta de nuestro Señor incluyó una
naturaleza inmaterial perfecta tanto como una material. No que la naturaleza
humana le proveyó a Cristo el cuerpo mientras que la naturaleza divina
consistía de alma y espíritu. La humanidad era completa e incluía tanto los
aspectos materiales como los inmateriales (Mateo 26:38; Lucas 23:46).
C. Exhibió las características de un ser humano
Nuestro Señor tuvo hambre (Mateo 4:2). Tuvo sed
(Juan 19:28). Se cansó (4:6). Experimentó el amor y la compasión (Mateo 9:36). El
lloró (Juan 11:35). Fue probado (Hebreos 4:15). Estas son las características
de la genuina humanidad.
D. Fue llamado por nombres humanos
Su designación favorita de Sí mismo era “Hijo del
Hombre” (Más de ochenta veces). Este nombre lo vinculaba con la tierra y
con su misión terrenal. Hacía hincapié en Su humildad y humanidad (Mateo 8:20);
en Su sufrimiento y muerte (Lucas 19:10); y en el reino futuro como Rey (Mateo
24:27).
También era el Hijo de David, un título que lo
vinculaba con su antecesor David y con las promesas reales que habían de ser
cumplidas por el Mesías.
Pablo le llama hombre en 1 Timoteo 2:5.
E. Jesús tuvo una mente humana
El hecho de que Jesús «siguió creciendo en
sabiduría » (Lc 2:52) nos dice que pasó por un proceso de aprendizaje como lo
hacen todos los niños. Aprendió a comer, a hablar, a leer y escribir, y cómo
ser obediente a sus padres (vea He 5:8). Este proceso de aprendizaje común a
todos fue parte de la auténtica humanidad de Cristo.
También podemos ver que Jesús tuvo una mente como
la nuestra cuando habla del día en que regresará a la tierra: «Pero en cuanto
al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el
Hijo, sino solo el Padre» (Mr 13:32).
F. Jesús tuvo un alma humana y emociones humanas
Vemos varias indicaciones de que Jesús tuvo alma
humana (o espíritu). Poco antes de su crucifixión, Jesús dijo: «Ahora todo mi
ser está angustiado» Gn 12:27).Juan nos dice un poco después: «Dicho esto,
Jesús se angustió profundamente» Gn 13:21). En ambos versículos la palabra
angustiar representa al término griego “tarasso”, una palabra que se usa con
frecuencia para referirse a personas con ansiedad o sorprendidos repentinamente
por un peligro. 1
Además, antes de la crucifixión deJesús, al darse
cuenta del sufrimiento que iba a enfrentar, dijo: «Es tal la angustia que me
invade, que me siento morir» (Mt 26:38). Tan grande era la tristeza que sentía
que parecía como que, si hubiera llegado a ser más fuerte, hubiera acabado con
su vida. Jesús experimentó una gama completa de emociones. Se «asombró» de la
fe del centurión (Mt 8: 10). Lloró con tristeza por causa de la muerte de
Lázaro Gn 11:35). y oró con un corazón lleno de emoción, porque en «1os días de
su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte
clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su
reverente sumisión» (He 5:7).
Además, el autor de Hebreos nos dice: «Aunque era
Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer; y consumada su perfección,
llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que le obedecen» (He
5:8-9). Con todo, si Jesús nunca pecó, ¿cómo podía él «aprender obediencia»? Al
parecer, al tiempo que Jesús crecía en madurez, como todos los demás niños
humanos, fue capaz de desarrollar su responsabilidad moral. Cuanto mayor se
hacía tantas más demandas podían sus padres exigirles en términos de
obediencia, y más difíciles serían las tareas que su Padre celestial podía
asignarles para llevarlas a cabo según las fuerzas de su naturaleza Humana.
Con cada tarea que aumentaba en dificultad, incluso cuando involucraba algún
sufrimiento (como He 5:8 especifica), la habilidad moral de Jesús, su capacidad
de obedecer bajo circunstancias cada vez más difíciles se incrementaba.
Podemos decir que su «fibra moral» se fortalecía
mediante ejercicio cada vez más difíciles. No obstante, en todo este proceso
nunca pecó. La ausencia completa de pecado en la vida de Jesús es muy notable a
causa de las severas tentaciones que enfrentó, no solo en el desierto, sino a
lo largo de su vida. El autor de Hebreos afirma que Jesús fue «tentado en todo
de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado» (He 4: 15). El hecho de que
enfrentara tentaciones significa que tenía una naturaleza humana auténtica que
podía ser tentada, porque las Escrituras claramente dicen que «Dios no puede
ser tentado por el mal» (Stg 1:13).
Referencias:
1. La palabra tarasso, «angustiado», se usaba, por
ejemplo, para hablar del hecho de que Herodes se «turbó. cuando se enteró de
que los magos habían acudido a Jerusalén buscando al nuevo rey de los judíos
(Mt 2:3); os discípulos se «aterraron» cuando vieron a Jesús caminando sobre
las aguas del lago y pensaron que era un fantasma (Mt 14:26): Zacarías se
«asustó» cuando de repente vio a un ángel aparecer en el templo en Jerusalén
(Lc1:12); y los discípulos se «asustaron» cuando Jesús apareció repentinamente
entre ellos después de la resurrección (Lc 24:38), Pero la palabra aparece
también en Juan 14:1, 27, cuando Jesús dice: «No se angustien, Confíen en
Dios., ,». Cuando Jesús estaba angustiado en su espíritu, no pensemos, por
tanto, que era una falta de fe o que estaba afectado por algún pecado, era
definitivamente una fuerte emoción humana que suele aparecer en momentos de
gran peligro.
G. Las personas cercanas a Jesús le vieron solo
como un hombre
Mateo nos informa de un incidente asombroso en
medio del ministerio de Jesús. Aunque Jesús había recorrido toda Galilea
((enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino y sanando
toda enfermedad y dolencia entre la gente», de manera que le «seguían grandes
multitudes» (Mt 4:23-25), cuando llegó a Nazaret, el pueblo donde se había
criado, sus vecinos que le había conocido por tantos años no le recibieron:
Cuando Jesús terminó de contar estas parábolas, se fue de allí. Al llegar a su
tierra, comenzó a enseñar a la gente en la sinagoga, los que se preguntaban
maravillados: ((¿De dónde sacó éste tal sabiduría y tales poderes milagrosos?
¿No es acaso el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María; y no son sus
hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están con nosotros todas sus
hermanas? ¿Así que de dónde sacó todas estas cosas? Y se escandalizaban a causa
de él. Y por la incredulidad de ellos, no hizo allí muchos milagros (Mt
13:53-58).
Este pasaje nos indica que las personas que le
conocieron mejor, los vecinos con los que había vivido y trabajado durante
treinta años, solo le vieron como un hombre común y corriente, un buen hombre,
sin duda, justo, amable y sincero, pero ciertamente no un profeta de Dios que
pudiera hacer milagros, y desde luego no Dios mismo en la carne. Aunque en las
secciones siguientes veremos cómo Jesús era completamente divino en todos los
sentidos -que era verdaderamente Dios y hombre en una persona- debemos con todo
reconocer toda la fuerza de un pasaje como este. Durante los primeros treinta
años de su vida Jesús vivió una vida humana que era tan común y corriente que
las personas de Nazaret que le conocían mejor se quedaron asombradas de que él
pudiera enseñar con autoridad y obrar milagros. Ellos le conocían. Era uno de
ellos. Era el «hijo del carpintero» (Mt 13:55), y él mismo era «el carpintero»
(Mt 6:3), tan común y normal que se preguntaban: «¿Así que de dónde sacó todas
estas cosas?» (Mt 13:56). Y Juan nos dice que «ni siquiera sus hermanos creían
en él» Un 7:5).
¿Fue Jesús completamente humano? Era tan humano que
los que vivieron y trabajaron con él durante treinta años, y aun sus hermanos
que crecieron juntos bajo el mismo techo, no lo vieron más que como un buen ser
humano. Aparentemente no tenían ni idea de que Dios se hubiera encarnado y
viviera entre ellos.
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