Sunday, November 4, 2012

La Perfecta Humanidad Del Cristo Encarnado


La Perfecta Humanidad Del Cristo Encarnado

Las negaciones de la humanidad de Cristo son menos comunes que las de Su Deidad. ¿Por qué? Porque mientras que uno no introduce el factor de la Deidad en la persona de Cristo, El es solamente un hombre, por muy fino o exaltado que sea, y como hombre no puede inquietar a las personas con Sus demandas como lo hace siendo el Dios-Hombre. Sin embargo, aquellos que están dispuestos a afirmar su humanidad puede que no estén tan prestos a afirmar su humanidad perfecta.
Quizás lo reconozcan como un hombre bueno (¿podría serlo si mintió?) o un gran hombre (¿cómo lo sería si engañó a otros?) pero no como hombre perfecto (porque entonces se sentirían más obligados a escucharle aun cuando no lo reconocieran como Dios).
A. Tuvo cuerpo humano
Aunque la concepción de Cristo fue sobrenatural, El nació con un cuerpo humano que creció y se desarrolló (Lucas 2:52). Y se llamó a sí mismo un hombre (Juan 8:40).
El hecho de que Jesús tuviera un cuerpo humano como nosotros lo podemos ver en muchos pasajes de las Escrituras. Nació de la misma manera que nacen todos los demás seres humanos (Lc 2:7). Creció como niño hasta llegar a la edad adulta como todos los niños lo hacen. «El niño crecía y se fortalecía; progresaba en sabiduría, y la gracia de Dios lo acompañaba» (Lc 2:40). Además, Lucas nos dice que «Jesús siguió creciendo en sabiduría y estatura, y cada vez más gozaba del favor de Dios y de toda la gente» (Lc 2:52). Jesús se cansaba como todos nosotros, porque leemos que «Jesús, fatigado del camino, se sentó junto al pozo» Gn 4:6) en Samaria. Sintió sed, porque cuando estaba en la cruz dijo: «Tengo sed» Gn 19:28). Después de haber ayunado durante cuarenta días en el desierto, leemos que «tuvo hambre» (Mt 4:2). A veces se sintió físicamente débil, porque durante el tiempo de sus tentaciones en el desierto ayunó por cuarenta días (hasta el punto cuando la fortaleza física de las personas se agota por completo y puede suceder un daño irreparable si continúa el ayuno). En ese tiempo «unos ángeles acudieron a servirle» (Mt 4:11), y aparentemente cuidaron de él y le proveyeron de sustento hasta que recuperó sus energías para salir del desierto. Cuando Jesús estaba de camino al Gólgota para ser crucificado, los soldados obligaron a Simón de Cirene a que llevara la cruz (Lc 23:26), muy probablemente debido a que Jesús se encontraba tan debilitado después de los latigazos que le habían dado que ya no contaba con fuerzas para llevarla él mismo. La culminación de las limitaciones de  Jesús en términos de su cuerpo físico la vemos cuando murió en la cruz (Lc 23:46). Su cuerpo humano cesó de tener vida y cesaron sus funciones, lo mismo que en nuestros cuerpos cuando morimos. Jesús también resucitó de entre los muertos en un cuerpo físico, humano, aunque uno que era perfecto y ya no estaba sujeto a las limitaciones de la debilidad, la enfermedad o la muerte. Les demostró repetidas veces a sus discípulos que tenía un cuerpo físico auténtico: él dijo: «Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tóquenme y vean; un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo» (Lc 24:39). Les mostró y les enseñó que tenía «carne y huesos» y que no era solo un «espíritu» sin cuerpo. Otra evidencia de esto lo vemos en que ellos «le dieron un pedazo de pescado asado, así que lo tomó y se lo comió delante de ellos» (Lc 24:42; cf. v. 30;Jn20:17, 20, 27; 21:9,13).
En este mismo cuerpo humano (aunque era un cuerpo resucitado que ya era perfecto), Jesús también ascendió al cielo. Dijo antes de dejarlos: «Ahora dejo de nuevo el mundo y vuelvo al Padre» Gn 16:28; cf. 17:11). La manera en que Jesús ascendió al cielo fue calculada para demostrar la continuidad entre su existencia en un cuerpo físico aquí en la tierra y la continuidad de su existencia en ese cuerpo en el cielo. Unos pocos versículos más tarde que cuando Jesús les dijo: «Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo» (Lc 24:39), leemos en el Evangelio de Lucas que Jesús «los llevó hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo. Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo» (Lc 24:50-51). Asimismo, leemos en Hechos: «Mientras ellos lo miraban, fue llevado a las alturas hasta que una nube lo ocultó de su vista» (Hch 1:9). Todos estos versículos tomados juntos muestran que, en lo concerniente al cuerpo humano de Jesús, era como el nuestro en todos los sentidos antes de la resurrección, y después de su resurrección era todavía un cuerpo humano con «carne y huesos», pero hecho perfecto, la clase de cuerpo que nosotros tendremos cuando Cristo regrese y nos resucite también de entre los muertos” Jesús sigue existiendo en ese cuerpo en el cielo, como la ascensión tiene el propósito de enseñarnos.
B. Tuvo alma y espíritu humanos
La humanidad perfecta de nuestro Señor incluyó una naturaleza inmaterial perfecta tanto como una material. No que la naturaleza humana le proveyó a Cristo el cuerpo mientras que la naturaleza divina consistía de alma y espíritu. La humanidad era completa e incluía tanto los aspectos materiales como los inmateriales (Mateo 26:38; Lucas 23:46).
C. Exhibió las características de un ser humano
Nuestro Señor tuvo hambre (Mateo 4:2). Tuvo sed (Juan 19:28). Se cansó (4:6). Experimentó el amor y la compasión (Mateo 9:36). El lloró (Juan 11:35). Fue probado (Hebreos 4:15). Estas son las características de la genuina humanidad.
D. Fue llamado por nombres humanos
Su designación favorita de Sí mismo era “Hijo del Hombre” (Más de ochenta veces). Este nombre lo vinculaba con la tierra y con su misión terrenal. Hacía hincapié en Su humildad y humanidad (Mateo 8:20); en Su sufrimiento y muerte (Lucas 19:10); y en el reino futuro como Rey (Mateo 24:27).
También era el Hijo de David, un título que lo vinculaba con su antecesor David y con las promesas reales que habían de ser cumplidas por el Mesías.
Pablo le llama hombre en 1 Timoteo 2:5.
E. Jesús tuvo una mente humana
El hecho de que Jesús «siguió creciendo en sabiduría » (Lc 2:52) nos dice que pasó por un proceso de aprendizaje como lo hacen todos los niños. Aprendió a comer, a hablar, a leer y escribir, y cómo ser obediente a sus padres (vea He 5:8). Este proceso de aprendizaje común a todos fue parte de la auténtica humanidad de Cristo.
También podemos ver que Jesús tuvo una mente como la nuestra cuando habla del día en que regresará a la tierra: «Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre» (Mr 13:32).
F. Jesús tuvo un alma humana y emociones humanas
Vemos varias indicaciones de que Jesús tuvo alma humana (o espíritu). Poco antes de su crucifixión, Jesús dijo: «Ahora todo mi ser está angustiado» Gn 12:27).Juan nos dice un poco después: «Dicho esto, Jesús se angustió profundamente» Gn 13:21). En ambos versículos la palabra angustiar representa al término griego “tarasso”, una palabra que se usa con frecuencia para referirse a personas con ansiedad o sorprendidos repentinamente por un peligro. 1
Además, antes de la crucifixión deJesús, al darse cuenta del sufrimiento que iba a enfrentar, dijo: «Es tal la angustia que me invade, que me siento morir» (Mt 26:38). Tan grande era la tristeza que sentía que parecía como que, si hubiera llegado a ser más fuerte, hubiera acabado con su vida. Jesús experimentó una gama completa de emociones. Se «asombró» de la fe del centurión (Mt 8: 10). Lloró con tristeza por causa de la muerte de Lázaro Gn 11:35). y oró con un corazón lleno de emoción, porque en «1os días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su reverente sumisión» (He 5:7).
Además, el autor de Hebreos nos dice: «Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer; y consumada su perfección, llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que le obedecen» (He 5:8-9). Con todo, si Jesús nunca pecó, ¿cómo podía él «aprender obediencia»? Al parecer, al tiempo que Jesús crecía en madurez, como todos los demás niños humanos, fue capaz de desarrollar su responsabilidad moral. Cuanto mayor se hacía tantas más demandas podían sus padres exigirles en términos de obediencia, y más difíciles serían las tareas que su Padre celestial podía asignarles para llevarlas a cabo según las fuerzas de su naturaleza Humana. Con cada tarea que aumentaba en dificultad, incluso cuando involucraba algún sufrimiento (como He 5:8 especifica), la habilidad moral de Jesús, su capacidad de obedecer bajo circunstancias cada vez más difíciles se incrementaba.
Podemos decir que su «fibra moral» se fortalecía mediante ejercicio cada vez más difíciles. No obstante, en todo este proceso nunca pecó. La ausencia completa de pecado en la vida de Jesús es muy notable a causa de las severas tentaciones que enfrentó, no solo en el desierto, sino a lo largo de su vida. El autor de Hebreos afirma que Jesús fue «tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado» (He 4: 15). El hecho de que enfrentara tentaciones significa que tenía una naturaleza humana auténtica que podía ser tentada, porque las Escrituras claramente dicen que «Dios no puede ser tentado por el mal» (Stg 1:13).
Referencias:
1. La palabra tarasso, «angustiado», se usaba, por ejemplo, para hablar del hecho de que Herodes se «turbó. cuando se enteró de que los magos habían acudido a Jerusalén buscando al nuevo rey de los judíos (Mt 2:3); os discípulos se «aterraron» cuando vieron a Jesús caminando sobre las aguas del lago y pensaron que era un fantasma (Mt 14:26): Zacarías se «asustó» cuando de repente vio a un ángel aparecer en el templo en Jerusalén (Lc1:12); y los discípulos se «asustaron» cuando Jesús apareció repentinamente entre ellos después de la resurrección (Lc 24:38), Pero la palabra aparece también en Juan 14:1, 27, cuando Jesús dice: «No se angustien, Confíen en Dios., ,». Cuando Jesús estaba angustiado en su espíritu, no pensemos, por tanto, que era una falta de fe o que estaba afectado por algún pecado, era definitivamente una fuerte emoción humana que suele aparecer en momentos de gran peligro.
G. Las personas cercanas a Jesús le vieron solo como un hombre
Mateo nos informa de un incidente asombroso en medio del ministerio de Jesús. Aunque Jesús había recorrido toda Galilea ((enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino y sanando toda enfermedad y dolencia entre la gente», de manera que le «seguían grandes multitudes» (Mt 4:23-25), cuando llegó a Nazaret, el pueblo donde se había criado, sus vecinos que le había conocido por tantos años no le recibieron: Cuando Jesús terminó de contar estas parábolas, se fue de allí. Al llegar a su tierra, comenzó a enseñar a la gente en la sinagoga, los que se preguntaban maravillados: ((¿De dónde sacó éste tal sabiduría y tales poderes milagrosos? ¿No es acaso el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María; y no son sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están con nosotros todas sus hermanas? ¿Así que de dónde sacó todas estas cosas? Y se escandalizaban a causa de él. Y por la incredulidad de ellos, no hizo allí muchos milagros (Mt 13:53-58).
Este pasaje nos indica que las personas que le conocieron mejor, los vecinos con los que había vivido y trabajado durante treinta años, solo le vieron como un hombre común y corriente, un buen hombre, sin duda, justo, amable y sincero, pero ciertamente no un profeta de Dios que pudiera hacer milagros, y desde luego no Dios mismo en la carne. Aunque en las secciones siguientes veremos cómo Jesús era completamente divino en todos los sentidos -que era verdaderamente Dios y hombre en una persona- debemos con todo reconocer toda la fuerza de un pasaje como este. Durante los primeros treinta años de su vida Jesús vivió una vida humana que era tan común y corriente que las personas de Nazaret que le conocían mejor se quedaron asombradas de que él pudiera enseñar con autoridad y obrar milagros. Ellos le conocían. Era uno de ellos. Era el «hijo del carpintero» (Mt 13:55), y él mismo era «el carpintero» (Mt 6:3), tan común y normal que se preguntaban: «¿Así que de dónde sacó todas estas cosas?» (Mt 13:56). Y Juan nos dice que «ni siquiera sus hermanos creían en él» Un 7:5).
¿Fue Jesús completamente humano? Era tan humano que los que vivieron y trabajaron con él durante treinta años, y aun sus hermanos que crecieron juntos bajo el mismo techo, no lo vieron más que como un buen ser humano. Aparentemente no tenían ni idea de que Dios se hubiera encarnado y viviera entre ellos.

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