La Persona Del Cristo Encarnado
La declaración sobre la persona del Cristo
encarnado formulada en el Concilio de Calcedonia (451 A.D.) Ha sido considerada
la definitiva por la cristiandad ortodoxa. Lee así:
“Por tanto, siguiendo a los santos padres, todos
nosotros de común acuerdo le enseñamos a los hombres que reconozcan a uno y el
mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, a la vez completo en Su deidad y completo
en Su humanidad, verdaderamente Dios y verdaderamente hombre, consistente en un
alma y un cuerpo razonable; de una sustancia con el Padre tocante a su
divinidad, y a la vez de una sustancia con nosotros tocante a su humanidad;
igual a nosotros en todo respecto excepto el pecado; en cuanto a Su deidad,
unigénito del Padre antes de las edades, pero en cuanto a Su naturaleza humana,
engendrado, para nosotros los hombres y para nuestra salvación, de la virgen
María, la que llevó en su seno a Dios; el uno y el mismo Cristo, Hijo, Señor
Unigénito, reconocido en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin
división, sin separación; la distinción de las dos naturales en ninguna manera
anulada por la unión, sino más bien las características de cada naturaleza
preservadas y unidas para formar una Persona y subsistencia, no como divididas
o separadas en dos personas, sino uno y el mismo Hijo y unigénito Dios el
Verbo, Señor Jesucristo; aun como los profetas hablaron de Él desde los tiempos
más primitivos, y como el Señor Jesucristo mismo nos enseñó, y el credo de los
padres nos ha sido transmitido”. En forma más concisa uno puede describir la
persona de Cristo encamado como completa Deidad y perfecta humanidad unidas sin
mezcla, cambio, división, ni separación en una Persona para siempre. Los
componentes clave de la descripción incluyen “completa Deidad” (ninguna
disminución de algún atributo de la Deidad), “perfecta humanidad” (“perfecta”
en vez de “plena” para enfatizar Su impecabilidad), “una Persona” (no dos), y
“para siempre” (porque retiene un cuerpo, aunque resurrecto, Hechos 1:11;
Apocalipsis 5:6).
I. DIOS EL HIJO: SU PREEXISTENCIA
Siendo al mismo tiempo perfectamente humano y
perfectamente divino, el Señor Jesucristo es semejante y a la vez distinto a
los hijos de los hombres. Las Escrituras son muy claras respecto a la semejanza
de Él con los humanos (Jn. 1:14; 1 Ti. 3:16; He. 2:14-17), y lo presentan como
a un hombre que nació, vivió, sufrió y murió entre los hombres. Pero de igual
manera la Biblia enseña que Él es diferente a nosotros, no solamente en el
carácter impecable de su vida terrenal, en su muerte vicaria y en su gloriosa
resurrección y ascensión, sino también en el hecho maravilloso de su
preexistencia eterna.
En cuanto a su humanidad, Él tuvo principio, pues
fue concebido por el poder del Espíritu Santo y nació de una virgen. En cuanto
a su divinidad, Él no tuvo principio, pues ha existido desde la eternidad. En
Isaías 9:6 leemos: «Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado.» La
distinción es obvia entre el niño que nació y el Hijo que nos es dado. Así
también en Gálatas 4:4 se declara: «Cuando vino el cumplimiento del tiempo,
Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley.» El que existía
desde la eternidad, llegó a ser, en la plenitud del tiempo, «nacido (la
descendencia) de mujer». Declarando que Cristo fue preexistente, meramente se
afirma que Él existió antes de que se hubiera encarnado, puesto que todos los
propósitos también afirman que Él existía desde toda la eternidad pasada. La
idea de que Él era preexistente sólo en el sentido de ser el primero de todos
los seres creados (la así llamada herejía arriana del siglo IV) no es una
enseñanza moderna. Así las pruebas de su preexistencia y las pruebas para su
eternidad pueden ser agrupadas juntas. Es también evidente que si Cristo es
Dios, Él es eterno, y si Él es eterno, Él es Dios, y las pruebas para la deidad
de Cristo y su eternidad se sostienen unas a otras.
La eternidad y deidad de Jesús es establecida por
dos líneas de revelación: 1ª.) Declaraciones directas, y 2ª.) Implicaciones de
la Escritura.
A. DECLARACIONES DIRECTAS DE LA ETERNIDAD Y DEIDAD
DEL HIJO DE DIOS
La eternidad y deidad de Jesucristo están
sostenidas en una vasta área de la Escritura, la cual afirma su infinita
Persona y su existencia eterna igual con las otras Personas de la Trinidad.
Este hecho no es afectado por su encarnación.
La Escritura declara en Juan 1:1-2: «En el
principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era
en el principio con Dios.» De acuerdo a Miqueas 5:2: «pero tú, Belén Efrata,
pequeño para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será
Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la
eternidad.» Isaías 7:14 afirma su nacimiento virginal y le da el nombre de
Emanuel, lo cual significa «Dios con nosotros». De acuerdo a Isaías 9:6-7,
aunque Jesús fue un niño nacido, Él fue también dado como un Hijo y es llamado
específicamente «el Dios fuerte». Cuando Cristo declaró en Juan 8:58: «De
cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy», los judíos
entendieron que esto era una afirmación de la deidad y la eternidad (cf. Ex.
3:14; Is. 43:13). En Juan 17:5, Cristo, en su oración, declaró: «Ahora, pues,
Padre, glorifícame tú para contigo, con aquella gloria que tuve contigo antes
que el mundo fuese» (cf. Jn. 13:3). Filipenses 2:6-7 dice que Cristo fue «en
forma de Dios» antes de su encarnación. Una declaración más explícita se hace
en Colosenses 1:15-19, donde se declara que Jesucristo es, antes de toda la
creación, el Creador mismo, y la imagen exacta del Dios invisible. En 1 Timoteo
3:16 se declara a Jesucristo como «Dios… manifestado en carne». En Hebreos
1:2-3 el hecho de que el, Hijo es el Creador y la exacta imagen de Dios se
declara nuevamente, y su eternidad se afirma en 13:8 (cf. Ef. 1:4; Ap. 1:11).
La Escritura declara muy a menudo que Cristo es eterno y que Él es Dios. La
educación contemporánea, la cual acepta la Biblia como la autoridad
irresistible con excepción de algunas sectas-, afirma la eternidad y deidad de
Cristo.
B. IMPLICACIONES DE QUE EL HIJO DE DIOS ES ETERNO
La Palabra de Dios constante y consistentemente
implica la preexistencia y eternidad del Señor Jesucristo. Entre las pruebas
obvias de este hecho pueden resaltarse varias:
1. Las obras de la creación son adjudicadas a
Cristo (Jn. 1:3; Col. 1:16; He. 1:10). Por lo tanto, Él antecede a toda la
creación.
2. El Ángel de Jehová, cuya apariencia se recuerda
a menudo en el Antiguo Testamento, no es otro que el Señor Jesucristo. Aunque
Él aparece algunas veces como un ángel o aun como un hombre, Él lleva las
marcas de la deidad. Él apareció a Agar (Gn. 16:7), a Abraham (Gn. 18:1;
22:11-12; véase Jn. 8:58), a Jacob (Gn. 48:15-16; véase también Gn. 31:11-13;
32:2432), a Moisés (Ex. 3:2, 14), a Josué (Jos. 5:13-14) y a Manoa (Jue.
13:19-22). Él es quien lucha por los suyos y los defiende (2 R. 19:35; 1 Cr.
21:15-16; Sal. 34:7; Zac. 14:1-4).
3. Los títulos adjudicados al Señor Jesucristo
indican la eternidad de su Ser. Él es precisamente lo que sus nombres sugieren.
Él es «el Alfa y Omega», «el Cristo», «Admirable», «Consejero», «Dios fuerte»,
«Padre eterno», «Dios», «Dios con nosotros», el «gran Dios y Salvador» y «Dios
bendito para siempre». Estos títulos identifican al Señor Jesucristo con la
revelación del Antiguo Testamento acerca de Jehová-Dios (compárese Mt. 1:23 con
Is. 7:14; Mt. 4:7 con Dt. 6:16; Mr. 5:19 con Sal. 66:16, y Sal. 110:1 con Mt.
22:42-45). Además, los nombres que el Nuevo Testamento le da al Hijo de Dios se
hallan íntimamente relacionados con los títulos del Padre y del Espíritu, lo
que indica que Cristo está en un plano de igualdad con la Primera y la Tercera
Personas de la Trinidad (Mt. 28:19; Hch. 2:38; 1 Co. 1:3; 2 Co. 13:14; Jn.
14:1; 17:3; Ef. 6:23; Ap. 20:6; 22:3), y explícitamente Él es llamado Dios (Ro.
9:5; Jn. 1:1; Tít. 2:13; He. 1:8).
4. La preexistencia del Hijo de Dios se
sobreentiende en el hecho de que Él tiene los atributos de la Deidad: Vida (Jn.
1:4), Existencia en sí mismo (Jn. 5:26), Inmutabilidad (He. 13:8), Verdad (Jn.
14:6), Amor (1 Jn. 3:16), Santidad (He. 7:26), Eternidad (Col. 1:17; He. 1:11),
Omnipresencia (Mt. 28:20), Omnisciencia (1 Co. 4:5; Col. 2:3) y Omnipotencia
(Mt. 28:18; Ap. 1:8).
5. De igual manera, la preexistencia de Cristo se
sobreentiende en el hecho de que Él es adorado como Dios (Jn. 20:28; Hch. 7:59-60;
He. 1:6). Por lo tanto, se concluye que siendo el Señor Jesucristo Dios, Él
existe de eternidad a eternidad. Este capítulo, que recalca la Deidad de
Cristo, debe estar inseparablemente relacionado con el que sigue, en el cual se
da énfasis a la humanidad del Hijo de Dios, realizada a través de la
encarnación.
No comments:
Post a Comment